martes, 2 de octubre de 2012


Tolerancia y Evitar Escándalos
 Mc 9,38-43.45.47.48

Juan el apóstol dice a Jesús que han visto a uno expulsar demonios en su nombre y se lo han prohibido porque “no era de nuestro grupo”. Es como querer tener la exclusiva, el monopolio de Jesús. 

El hecho se repite hoy también y con frecuencia. En efecto, existen personas que realizan obras buenas “en nombre de Jesús”, pero no pertenecen a instituciones visibles o agrupaciones. Los que sí forman parte de ellas –por filiación, nombramiento, o función conferida- pueden actuar frente a estas personas como lo hacían los discípulos de Jesús, es decir, no apreciar ni alegrarse por el bien que hacen sino criticarlas únicamente porque no pertenecen al propio grupo, “no son de los nuestros”. Dan a entender que sólo en su ámbito actúa el espíritu de Jesús, como si a ellos se les hubiese concedido un monopolio de Jesús y de su evangelio. Sustituyen a Jesús por la institución a la que pertenecen, olvidando que Jesús esta por encima de todas las instituciones. Olvidan que es él quien debe crecer y no mi grupo, mi corriente, mi modo de pensar. No se trata de que la gente nos siga a nosotros sino que siga a Cristo; no se trata de incrementar mi grupo, sino de hacer crecer a la Iglesia; no se trata de hacer que los demás piensen y actúen como nosotros, sino que sigan en verdad a Jesucristo y obren el bien. Creer que sólo quienes piensan como nosotros tienen la verdad y actúan correctamente, eso es la raíz de todas las intolerancias, exclusiones y discriminaciones, que dañan profundamente el ser de la Iglesia. Por eso dice el Señor:
Quien no está contra nosotros, está con nosotros.  
El evangelio nos cura de toda tendencia al ghetto, al círculo cerrado, a la crispación sectaria y fanática, a la postura intransigente y al gesto discriminador. Libre, por encima de todo aquello que divide en bandos y enfrenta a las personas, Jesús alienta en nosotros la verdadera tolerancia, que es amplitud de corazón, espíritu universal para abrazar, respetar y estimar a todos los que, en su nombre, buscan servir a los hermanos. Tolerancia, amplitud de miras, respeto, diálogo, colaboración…, son pues virtudes esencialmente eclesiales. Y no debemos olvidar que: «Sólo hay una cosa que en el plano humano puede establecer la unidad en la Iglesia: el amor, que permite al otro ser de otra manera, aunque no logre “comprenderlo”» (K. Rahner).

Ampliando nuestra visión podemos decir con toda justicia que el mismo Jesús que quiere que la salvación alcance a todo ser humano, incluso por medio de personas que no pertenecen al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro», nos capacita para apreciar la labor que realizan tantos hombres y mujeres que buscan servir a su prójimo y contribuyen a construir una sociedad más justa y fraterna, aunque no pertenezcan a la Iglesia. En ellos podemos reconocer la acción del mismo Espíritu de Jesús y podemos sentirlos como amigos y aliados. No están contra nosotros pues están a favor del ser humano, como estaba Jesús.

Después de esta enseñanza, el evangelio de hoy ilumina otros aspectos de la vida, que tienen que ver con el seguimiento de Cristo y la lucha contra el mal.

Dice Jesús: Todo el que les dé a beber un vaso de agua a ustedes en razón de que siguen a Cristo, no quedará sin recompensa. La tolerancia va siempre acompañada de la magnanimidad. Hasta los más pequeños gestos de atención y acogida del prójimo, como dar un vaso de agua, son significativos, tocan personalmente al mismo Cristo.

A continuación, Jesús hace ver, con una frase de gran severidad, aquello que constituye lo contrario del servicio: el escándalo. Escándalo es toda acción, gesto o actitud que induce a otro a obrar el mal. Los pequeños, los niños, y la gente sencilla creen ya en Dios, pero las acciones y conducta de los mayores pueden hacerles difícil la fe. Nada hay más grave que inducir a pecar a los débiles. La advertencia es tajante: quienes no respetan a los pequeños y se convierten en sus seductores acaban de manera desastrosa. 

Pero no solamente se puede escandalizar a otros, sino que uno puede también ser escándalo para sí mismo. En este sentido, Jesús nos exhorta a que tengamos cuidado con nosotros mismos y miremos nuestro interior, de donde surgen los conflictos. Así mismo es necesario que cada cual se pregunte dónde radican las posibles ocasiones de pecado, para renunciar a ellas y evitarlas. 

Las frases de Jesús: Si tu mano, tu pie o tu ojo son ocasión de escándalo…, córtatelo”, obviamente no significan mutilación. Son imágenes hiperbólicas, gráficas y de gran fuerza expresiva; con ellas lo que Jesús nos dice es que debemos llegar a una opción firme y decisiva por un estilo de vida que refleje los valores del evangelio. Es lo mismo que dijo Jesús a propósito de los que quieren ser los primero y han de optar por ser servidores de los demás, o a propósito de quienes, por haber descubierto el tesoro escondido, deciden dejarlo todo para obtenerlo. En este caso, se trata de “entrar en la vida”, en la vida del Reino, que es el bien supremo. Decidirse por llevar una vida conforme a los valores del Reino implica modificar el uso que damos a cosas que pueden ser muy apreciadas. Toda opción implica renunciar a otras posibilidades que pueden ser válidas y preciosas, pero que no pueden mantenerse junto con el bien mayor que se ha elegido. No podemos leer estas advertencias de Jesús en clave moralista y ascética. Está de por medio la alegría que motiva y orienta hacia la plena realización de nuestra persona en Dios.